En la actualidad, con el avance de la ciencia se ha determinado que los primeros seis años de vida del niño son de vital importancia para su desarrollo futuro. La intervención oportuna mediante la estimulación temprana, abre una serie de oportunidades que favorecen el desenvolvimiento del infante en el ámbito social, cognitivo, afectivo y motriz; de acuerdo a la OMS (2005), : “el 60% de los niños menores de seis años no se encuentran estimulados, lo cual puede condicionar un retraso en cualquiera de sus tres esferas” (p.2). De este modo se destaca la importancia de una estimulación adecuada, oportuna, continua y diferenciada.
La estimulación es un proceso que permite al niño crear una serie de conexiones neuronales denominadas sinapsis, misma que da lugar a estructuras funcionales en su cerebro que forman una base muy importante para el aprendizaje. Su aplicación se inicia desde los primeros años de vida del infante; a través de ejercicios sencillos o juegos que el cuidador puede emplear según la edad del niño o niña. De este modo durante la primera infancia como menciona la UNICEF (2011): “los estímulos presentados en este periodo son fundamentales para desarrollar sus sentidos, movimientos, pensamiento y aprendizaje.” (p.3). Beneficiando así su desarrollo, condición que incidirá directamente en la fundamentación de sus condiciones hacia el aprendizaje.
La estimulación temprana debe abordar el desarrollo: sensoperceptual, cognoscitivo, afectivo, motor, sociomoral, así como la formación de hábitos y conducta. Estos contenidos deben establecerse en función de cada etapa del desarrollo. Tomando como base principal, los determinantes del desarrollo y las líneas directrices que constituyen lo esperable en cada periodo. Se requiere, además del profesional que brinda la estimulación en un centro especializado, el accionar de los padres del niño a ser estimulado para conseguir el desempeño máximo del potencial del infante.
Es indiscutible la trascendencia que adquiere la estimulación temprana en la vida de un individuo, proporciona las herramientas y bases fundamentales en el surgimiento de sus funciones cognoscitivas. Dicho beneficio no se limita exclusivamente al individuo, a largo plazo los beneficios de aplicar una correcta estimulación inciden en aspectos sociales, políticos y económicos traduciendo así su impacto colectivo. Es responsabilidad de todos los profesionales que efectúan sus actividades con niños y niñas durante sus primeros años de vida otorgar condiciones y espacios que garanticen el pleno desarrollo de su plasticidad cerebral, a fin de disminuir o mitigar posibles complicaciones en el ámbito educativo, en especial en la adquisición de procesos de: lectura, escritura y cálculo.